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El sistema ecológico de Montse

La importancia de los alimentos ecológicos está en el bienestar que nos aportan.

Fotografía: Nerea Colomé

Montse, productora, distribuidora y vendedora a la seva botiga, "La Caputxeta Ecològica".

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Montse es una señora de mediana edad productora, vendedora y consumidora de alimentos ecológicos. Es una campesina que evoca mucha energía. Se dedica a cultivar, distribuir y vender los alimentos que recolecta de su huerto, el cual comparte con sus familiares cooperantes y productores de la zona. Se inició en el sistema ecológico cuando todavía no habían muchos consumidores ecologistas en el mercado.

  

Como productora, vendedora y consumidora, ¿qué le puede hacer continuar adelante con su trabajo? Es una cuestión de salud lo que la apoya a continuar haciendo su trabajo. La prioridad es sentirse bien y que las personas se sientan bien con los alimentos que están consumiendo diariamente, los alimentos que ella ha cultivado con ayuda de sus familiares, ha vigilado día tras día, ha recogido y ha transportado hacia la tienda. La oferta de Montse es suministrar alimentos a un precio parecido a la de los alimentos convencionales y gracias al cultivo autónomo, se lo puede permitir. “Los únicos precios que resultan alterar este orden son los que compro yo a otros proveedores o proveedoras y que, por lo tanto, tengo que aumentar un poco el precio para ganarme la vida”, añade, “cada cual valora su bienestar y sus necesidades humanas en relación al nivel económico doméstico; éste es el factor clave y la duda de muchas personas a la hora de consumir un producto ecológico o sostenible, el precio. Es cuestionable, también, el hecho que un alimento ecológico sea más caro que un alimento convencional, pero, a la larga, resulta más barato y, por encima de todo, más saludable”.



Como vendedora de alimentos ecológicos en el barrio de Santo Andreu, hace nueve años que cultiva y recolecta de manera autónoma en los campos situados en el Parque Agrario del Baix Llobregat, en la zona de Viladecans y Gavà. Kiwis de Navarra, plátanos de las Islas Canarias, manzanas Huya de Lérida o naranjas que vienen de Gandía, así como sandías, acelgas, judías, cerezas o higos, son algunos de los alimentos que Montse va señalando mientras recorre el pequeño pasillo de la tienda “La Caputxeta eco”. A lo largo de la pequeña tienda podemos ver como todos los bienes inmuebles están hechos con material reciclable incluyendo las estanterías donde se encuentran los alimentos, las cajas que utilizan para transportarlos, las bolsas y los botes de conserva. De este modo, Montse, no solo piensa en que los alimentos sean tratados de una forma natural, sino que así como éstos ayudan al bienestar social, se siente más satisfecha con su propia conciencia si en su tienda los productos y bienes que utilizan no son perjudiciales para el medio ambiente, exceptuando el transporte. Aún así, el coste ambiental o la desventaja ambiental de la distribución no es comparable con la de otros alimentos convencionales, Ella tiene mucha más cura; los alimentos que compra a los proveedores son de ámbito estatal y el lugar desde dónde son importados, sea de Cataluña o de España, está escrito en las etiquetas de cada producto. “Este hecho es una ventaja, tanto por parte mía cómo nuestra como ciudadanos y ciudadanas, porque contaminamos todavía menos que una tienda a escala internacional”, explica.

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Como contrapartida, habitualmente, hacen trueque. “Para no tener que importar alimentos de fuera de España, lo que hacemos es que entre los campesinos que cultivamos ecológico en la misma zona hacemos un intercambio”, recalca. Mientras ella compra manzanas de Torrelles de Llobregat, los que se las venden compran sus alcachofas, por ejemplo. Es por este motivo que el precio de los productos no sube demasiado. 

 

La importancia de los alimentos ecológicos está en el bienestar que nos aportan.

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Con cierto miedo debido a la apariencia de algunos alimentos, dice, exaltada, que “el sabor y el bienestar no se mide con la vista, que no se tiene que relacionar, en algunos casos, el atractivo del producto con el gusto, porque no están tratados, no ponemos ningún insecticida, ni conservantes, ni colorantes, ni productos que puedan aumentar la belleza del producto”, explica, “porque es más importante el gusto que notamos al comerlo, que lo que vemos a simple vista y esto sólo lo sabe quién lo prueba”. Como ejemplo, describe el caso de las lechugas que cultiva. Entonces, se pone unos guantes, también hechos con material reciclable, coge una de sus lechugas y, con suavidad, la acaricia mientras explica un caso muy particular que le explicó su madre: “a las lechugas, habitualmente, les sale un insecto muy pequeño que se alimenta de la savia de los vegetales, especialmente de las hojas más jóvenes, que se denomina pulgón. Para eliminarlo, se utiliza la “Calendula”, un tipo de flor que hace que crezca una mosca pequeñita que se lo come, es decir, provoca un procedimiento que actúa como insecticida natural”.

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Esta campesina, vestida con una chaqueta negra como uniforme, que parece ser muy calentita, ha sido la innovadora en la instalación de los alimentos ecológicos en Santo Andreu; hace nueve años, solo estaban ellos. Empiezan a venir más clientes y actúa con naturalidad, habla como si hablara con amigos de confianza, les explica, en algún caso, como cortar las berenjenas para darles más sabor, un viejo truco que pocas personas saben: girando alrededor de las dos partes laterales recién cortadas, en forma de círculos, dos o tres veces. Se muestra muy atenta con cada uno de los clientes. Con alguno, sonríe más que con otros, supongo, que por conocerse mejor, y siempre que sonríe se le agrandan los pequeños hoyos que tiene marcados en la piel. Una sonrisa encantadora y muy cuidada. “Sin embargo, ahora hemos llegado a un punto en el que se está empezando a poner de moda y se están instalando nuevas cooperativas internacionales o supermercados, justo al lado, que han introducido ciertos tipos de alimentos ecológicos”, continua. “Por eso, me aseguro, también, de crear confianza a través de un trato cercano y empático hacia las personas que van continuamente a la tienda, ya sea porque los alimentos ayudan a su bienestar como, más particularmente, a las personas con una salud delicada o, incluso, personas con diagnóstico de cáncer que su médico les ha recetado este tipo de comida cultivada sin productos químicos”. Montse transmite que “lo que nos diferencia es la empatía y la confianza con el cliente y somos muy reconocidos gracias a este detalle imprescindible. “Nuestra reputación es importante, pero la salud de los clientes que confían con nosotros, todavía más”, enfatiza.

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Nerea Colomé

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Podéis acceder a más información sobre "La Caputxeta eco" en:

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