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El precio y las recompensas

de comer ecológico

Teresa Pérez

Estudiante de artes escénicas

Teresa Pérez en la cafetería Setembre

Fotografía: Irene Delgado

Una chica de dieciocho años, de ojos amables y sonrisa tranquila, da pequeños sorbos a su té con jazmín. Ecológico, por supuesto. La cafetería Setembre, en Molins de Rei, únicamente sirve productos que tienen la Euro-Hoja, el logotipo de agricultura ecológica de la Unión Europea.

La joven sonríe satisfecha y asiente para sí misma. Se trata de Teresa Pérez, estudiante de segundo de Bachillerato de artes escénicas que, desde hace dos meses apuesta por los alimentos ecológicos, definidos como aquellos que se producen con prácticas amables con el medio ambiente, que minimizan el impacto humano y de la manera más natural posible.

“Desde que compro productos ecológicos tengo la seguridad de que aquello que consumo ha pasado por unos controles y que cumple una serie de requisitos como la prohibición del uso de transgénicos o la limitación del uso de pesticidas, que perjudican a nuestro entorno”, afirma. Además, añade que “no solo me siento más responsable sino más consciente y responsable de mis actos”.

 

Cuenta que su primer contacto con los alimentos ecológico fue por casualidad. “Mi madre compró hamburguesas ecológicas una vez y fueron las mejores que había probado hasta el momento. A partir de ese momento me fui pasando cada vez más a la comida ecológica. Ahora opto por esta opción siempre que puedo, no me importa pagar un poco más porque merece la pena.”

 

"No me importa pagar un poco más porque merece la pena."

Saben mejor y su producción es menos nociva para el medio ambiente. Si este es el caso de los productos ecológicos, ¿por qué no los compramos con más frecuencia?

El precio parece ser el principal motivo de reticencia de los consumidores a adquirir alimentos sostenibles. Pero, ¿son asequibles este tipo de productos o son, por el contrario, un lujo reservado a aquellos con más poder adquisitivo? “Yo creo que está al alcance de cualquiera”, dice con convicción. “Es cierto que el precio es ligeramente superior —de un euro puede pasar a dos— y esta diferencia varía de un producto a otro pero no tienen precios tan astronómicos como la gente cree. A mí me parece más una excusa que no un impedimento real”, añade esto último con un deje de exasperación. “Querer es poder pero tenemos que esforzarnos”, remata.

La iniciativa, según palabras de Teresa, debe venir de los propios consumidores. A su parecer, no hay difusión por parte de las autoridades, no se hacen campañas promoviendo la compra de alimentos ecológicos. “A veces pienso en colarme en el súper y poner etiquetas en los productos cuyo método de producción sé que afecta negativamente al medio ambiente”, comenta entre risas.

En su caso, las principales fuentes de información han sido las redes sociales: “Empecé a seguir cuentas de Instagram y Twitter que publicaban información muy útil y que yo desconocía. Se me abrió todo un mundo” y extiende los brazos para enfatizar.

Ahora, ella decide seguir el ejemplo de estos perfiles y dar difusión en su propia cuenta. “Publico fotos de recetas que preparo o doy mi opinión sobre la diferencia entre ciertos productos y su variante ecológica”.

Sin duda, parece que lo ecológico está de moda y, aunque los famosos actúan como modelos de conducta, Teresa también recalca que “nosotros también podemos influir en los demás. Puede que esta influencia sea a menor escala, pero no debemos subestimar el peso que tienen nuestras palabras y opiniones en nuestro entorno”.

 

De hecho, fue ella quien convenció a su familia que era preferible comprar alimentos ecológicos. “No solo me apoyan sino que me siguen” comenta risueña. Pero su semblante se ensombrece momentáneamente. “Constantemente me encuentro con gente que me critica diciendo que derrocho el dinero porque no quieren admitir que los productos que consumen son nocivos tanto para el medio como para ellos. Es una estrategia para evitar sentirse culpables”, suspira.

Pese a los reproches, Teresa se ha mantenido firme y ha extendido lo ecológico a otros ámbitos además de la dieta. “Empecé comprando en supermercados, tiendas especializadas y de payeses. Hace poco planté lechugas, tomates y fresas. Tendrías que ver las lechugas, son enormes”, asegura con un brillo orgulloso en los ojos. Y continua: “Es lo que me pide el cuerpo y me alegra, no quiero consumir algo que sé que daña al medio ambiente. No lo echo en falta. Además, a medida que me iba informando y adentrando más en ese mundo, me di cuenta que esto no podía limitarse a mi alimentación. Ayudamos a nuestro planeta comprando productos ecológicos, sí, pero también generando menos residuos. ¿De qué sirve comer ecológico si luego no reducimos la cantidad de residuos que generamos? ¿O comprando muchas cosas que luego se echan a perder y tenemos que tirar? Yo apuesto por una actitud minimalista, aquella que controla el instinto consumista que nos impone la sociedad y se limita a tener lo estricto y necesario”.

 

Para quienes acaben de conocer a Teresa, su impresión de ella será la de una joven sencilla, amable, responsable e implicada con el medio ambiente. No obstante, ella asegura que este fue un cambio que dio pocos meses atrás, cuando comenzó a consumir productos ecológicos. “Yo antes era caprichosa”, confiesa. “¿Salía un nuevo modelo de móvil? Lo compraba. En rebajas me gastaba toda mi paga. Siempre quería más.”

 

Sorprende un cambio tan drástico en tan poco tiempo. ¿Cómo es posible? Ella compara su situación anterior con el mito de la caverna de Platón. En él, el filósofo griego explica cómo un hombre que vivía en la oscuridad de una caverna, metáfora de la ignorancia, rompe las cadenas que le atan a ella y sale al exterior. Cuando ve la luz por primera vez, alegoría de la verdad, queda deslumbrado y ya no puede volver a las tinieblas. Siente entonces la necesidad de compartir la verdad con los prisioneros en la cueva: “Me di cuenta de que había vivido engañada y que no podía volver atrás. A partir de ahora, espero ser como ese hombre libre que no solamente es conocedor del tema sino que sabe transmitir esos conocimientos y hacer que más gente se sume a su causa”.

Irene Delgado Moreno

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