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Del huerto a casa

Cada vez son más los consumidores que invierten parte de su tiempo a cultivar alimentos ecológicos gracias a las iniciativas realizadas para potenciar el desarrollo social y ecológico.

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Ecológicos, biológicos, orgánicos, sostenibles… Cuando hablamos de alimentación todos estamos familiarizados con estos términos, pero existe cierta confusión a la hora de diferenciarlos entre sí. No es de extrañar, pues la Unión Europea plantea estos adjetivos como sinónimos.

Si bien presentan características similares, existen pequeñas diferencias entre sí que aclararemos a continuación.

 

Un producto biológico es aquel que no ha sido alterado genéticamente, como sucede con las frutas y verduras para lograr un mejor color o una duración mayor.

 

En cuanto a los alimentos orgánicos, éstos se caracterizan por no recibir ninguna intervención química, como pesticidas o fertilizantes. No obstante, hay que aclarar que no todos los alimentos orgánicos son Bio, ya que puede ser que no contengan químicos pero que estén elaborados con productos manipulados genéticamente.

 

El término sostenible es más amplio y tiene en cuenta dos factores: el respeto por el medio ambiente y la sostenibilidad económica, es decir, que los productores obtengan beneficios para mejorar la economía local.

 

Si nos centramos en la agricultura ecológica, la Unión Europea la define como “aquella que se basa en un sistema sostenible que respeta el medio ambiente y el bienestar animal, pero también incluye todas las demás etapas de la cadena de suministro de alimentos (suministro de materias primas, procesamiento, almacenamiento, transporte, distribución y servicios minoristas)”.

 

El consumo de estos alimentos “eco” crece exponencialmente año tras año. Así lo refleja el último estudio de Kantar Worldpanel y la Fundació La Pedrera, “Mitos y realidades de los productos ecológicos”, en el que se indica que el volumen de ventas de productos ecológicos en España aumentó en un 14% en 2017 respecto a 2016. Este es el cuarto año consecutivo con crecimientos de dos dígitos, según datos oficiales.

¿Cuáles son las razones de este auge?

El sabor y su origen: los principales incentivos

 

“Mi madre compró hamburguesas ecológicas una vez y fueron las mejores que había probado hasta entonces. A partir de ese momento me fui pasando cada vez más a la comida ecológica. Ahora opto por ella siempre que puedo”, afirma Teresa Pérez, estudiante de Bachillerato y compradora habitual de alimentos ecológicos.

Además de la diferencia en el gusto respecto a los productos convencionales, la certeza de saber que dichos alimentos se han producido cumpliendo una serie de requisitos también tranquiliza al consumidor.

 

La preocupación por la procedencia de lo que echamos a la cesta de la compra es cada vez mayor, tendencia en la que las personalidades famosas -actores, deportistas, influencers- han tenido mucho que ver promoviendo una alimentación sana y variada.

 

Pero, ¿qué pasa cuando los consumidores deciden ser productores?

La iniciativa de l’Hort de la Font Trobada

En un pequeño terreno, ubicado en la falda de la montaña de Montjuïc, hay un estrecho camino que nos lleva a un huerto ecológico comunitario distribuido por parcelas. Jordi Pérez, el fundador y el Presidente de la Asociación del Ateneu La Base, hace más de diecisiete años que quiso llevar a cabo la idea de crear un huerto ecológico, donde vecinos y vecinas del barrio pudieran cultivar, pero no fue hasta hace cuatro años que el ayuntamiento aceptó la iniciativa.

Entonces, les cedieron el terreno durante dos años como un plan de desenvolvimiento en el barrio, hasta finalizar el mandato de gobierno del actual equipo municipal. CIU, el partido político catalán -que no lo aprobó anteriormente- lo quería iniciar como un proyecto solamente para jubilados.

 

Las asociaciones anarquistas del Poble Sec llevaban años luchando por conseguir este terreno. Éste había sido huerto desde el siglo XIX, pero al convertir la montaña de Montjuic en un jardín, quedó abandonado. En el terreno, hicieron análisis y vieron que era cultivable, así que decidieron abrirlo.

Una de las condiciones que puso el Ayuntamiento fue que la Asociación estuviera abierta a toda la ciudadanía, a diferencia de otros huertos urbanos en la ciudad.

 

La Cooperativa l’Ateneu La Base no tardó en elaborar un manifiesto sobre el estudio del terreno con un presupuesto de 5.000€ más IVA para arreglar toda la zona. Después, redactaron un reglamento interno para el buen funcionamiento del huerto comunitario ecológico. Actualmente, ya hay más de 125 socios en el huerto de la Font Trobada. Éstos pagan anualmente 20€ y 20€ más por suscribirse y tener una parcela de un metro y medio por tres metros.

Respecto a la atribución de las parcelas, fue por orden de llegada. En virtud de este criterio, se fueron otorgando parcelas tanto a los particulares como a otras asociaciones, por ejemplo colegios. En muy pocas horas, según comenta uno de los usuarios se agotaron las parcelas y admite que tuvo suerte de inscribirse a tiempo. No obstante, si al cabo de tres meses la parcela resulta estar inutilizada, se la traspasa a la primera persona que está en la lista de espera. Hasta ahora Jordi afirma que han sido muy pocos los que han abandonado parcelas. Sin embargo, la gente que logra salir de la lista de espera, como Eva, están encantados con el resultado.

El sistema de cultivo utilizado en este huerto es el de parcelas en crestall. Es un sistema para trabajar la tierra sin productos químicos, con el mínimo consumo de agua sin pesticidas, con el mínimo mantenimiento y la máxima producción. Utilizan este sistema ya que ahorra mucha agua y es muy productivo. Además, utilizan aigua de la Font trobada, suficiente para regar y para el sistema de ahorro.

Xavier Molares, como usuario y miembro de la Asociación, explica que la mayoría de la gente planta, sobre todo, lechugas y tomates porque son fáciles de cultivar y los resultados no se hacen esperar.

“Hay gente que cultiva especies más exóticas; acelgas, habas... Ahora, la gente se está preparando para el verano y empieza a cultivar alimentos más productivos como las berenjenas, el calabacín, los tomates o las brásicas”, afirma.

 

El problema que han tenido es que, “a pesar de tener una fuente, no tienen riego porque eso implica tener una bomba y alimentación eléctrica y la Asociación no puede asumir ese coste” opina Xavier, “no es cuestión de hacer inversiones duraderas si no saben si las van a renovar con la posterior candidatura de Gobierno”. Al tener que depender del riego, la gente tiene que dedicar cada dos días media hora para controlar el riego, las malas plagas, etc., añade.

Uno de los efectos positivos del terreno es que no necesitan cavar mucho.

 Tal y como Xavier explica, la capa superficial es la que aglutina y cultiva los nutrientes y también sirve como protección a la pérdida de agua.

Xavier Morales, productor de l'Hort de la Font Trobada

Fotografía: Nerea Colomé

Como cultivan de manera ecológica, cuando hay plagas se combate con métodos ecológicos; una de las misiones es el aprendizaje del cultivo ecológico y la comisión se encarga de hacer talleres para explicar cómo combatir las plagas, etc. en caso de estar interesados. Si no hubiese control de plagas, en general, les afectaría a todas las parcelas.La concesión por parte del Ayuntamiento fue en abril del 2017. Xavier comenta que ha sido una experiencia de lo más gratificante y el resultado ha sido muy positivo por ver lo bien cultivadas que están todas las parcelas. Si la parcela está más de tres meses sin utilizar, se coge a otra persona de la lista de espera.

 

En el barrio del Poble Sec, a parte de este pequeño huerto, existe también la Cooperativa de Consum la Seca.

El modelo actual de producción prioriza el beneficio económico a la alimentación de la población. Esto tiene como consecuencia un empobrecimiento del mundo rural y del medio ambiente.

Por este motivo, se ha creado esta cooperativa, donde los socios se organizan de manera asamblearia para proveerse de alimentos ecológicos de proximidad, de forma sostenible y, así, encontrar una alternativa al consumo.

Xavi La Torre, miembro de esta cooperativa, explica en que consiste en una entrevista a “Radioactius”, un programa de la radio local del Poble Sec: “La motivación principal está en las ganas de poder consumir algo con la certeza de saber de dónde viene esta alimentación, y tener unas garantías de que el productor ha tenido en cuenta los criterios ecológicos. La filosofía de la cooperativa es colectivizar el consumo”.

 

Es una cooperativa formada por 40 unidades familiares (cada socio es una unidad familiar y se apunta un miembro en representación de toda la familia), que pueden relacionarse directamente con el productor sin ningún intermediario. Estas unidades son las encargadas de gestionarlo y controlarlo absolutamente todo (desde buscar y contactar con los proveedores hasta preparar la comanda).

 

Dentro de esta cooperativa, hay socios que forman parte de la comisión de compras, que se encarga de solucionar las inquietudes sobre necesidades que la asociación no tenía contempladas para, acto seguido, informar a la Asamblea y ver si todo el mundo está de acuerdo con la decisión tomada.

 

Trabajan con pequeños productores porque, de ese modo, el diálogo es más fácil y más directo. Una característica de esta asociación es que tiene un pequeño productor que vende alimentos directamente al público. Cada lunes, con su furgoneta, se dirige a la base de la asociación, de forma que la gente puede hablar con él directamente y pedirle encargos.

 

Además, en Barcelona existen más cooperativas con el objetivo de recuperar el mundo rural y establecer lazos directos entre la producción y el consumo. Existen otros sitios donde comprar productos ecológicos de proximidad, que no pasan por intermediarios. Uno de ellos es la Xarxa de Consum Solidari de Barcelona, que cuenta con diferentes puntos de recogida y una tienda en Ciudad Vella. Uno de sus objetivos es la construcción de un movimiento social de transformación del modelo de consumo y de comercio actual hacia un modelo más sostenible.  

 

Como podemos observar, cada vez hay más conciencia sobre los alimentos ecológicos y, concretamente en la ciudad de Barcelona, existen iniciativas para promover la actividad ecológica a todos los ciudadanos, como es el caso del huerto de la Font Trobada, o cooperativas como la cooperativa de consumo la Seca o la Xarxa de Consum Solidari. Además, el Ayuntamiento de Barcelona presentó el mes pasado una herramienta visual interactiva abierta a todo el mundo para dar a conocer iniciativas, recursos y lugares con valor ambiental y de sostenibilidad de la capital catalana.

El papel de la Unión Europea

Por supuesto, no toda la iniciativa en materia ecológica proviene de consumidores implicados o de asociaciones.

De hecho, es La Unión Europea la que establece los requisitos que deben cumplir los productos para considerarse ecológicos y llevar la “eurohoja”.

Los requerimientos son los siguientes: la rotación de cultivos, la prohibición del uso de pesticidas, químicos y fertilizantes sintéticos y de organismos genéticamente modificados, y que el ganado sea criado en un ambiente al aire libre y alimentado con piensos orgánicos.

 

El reglamento de la UE sobre producción orgánica y etiquetado de productos orgánicos garantiza que se respeten los mismos estándares de calidad en toda la UE. Las reglas engloban las prácticas en agricultura y acuicultura, el procesamiento y etiquetado de alimentos, los procedimientos de certificación para los agricultores y la importación de productos orgánicos no pertenecientes a la UE.

 

Dichas normas están sujetas a cambios según la evolución del sector. Su modificación más reciente, aprobada por el Parlamento Europeo, ha sido en abril de este año.

Los principales cambios en la legislación son asegurar que los alimentos ecológicos sean de calidad, impulsar la producción dentro de la UE y evitar la contaminación con pesticidas químicos o fertilizantes sintéticos.

“Esta normativa ofrece claridad y certidumbre tanto a los productores como los consumidores de la UE. Contribuye a mejorar la calidad de los alimentos orgánicos, pero también responde a las necesidades de un mercado en crecimiento”, señaló Martin Häusling (Verdes, Alemania), que también explicó en detalle los cambios en una rueda de prensa.

La legislatura se aplicará a partir de enero de 2021. (Fuente: Sala de Prensa del Parlamento Europeo)

Símbolo de la eurohoja.

Fuente: econoticias.com

Las ayudas económicas: el pago greening

El pago verde o greening es una ayuda anual que se concede por cada hectárea vinculada a un derecho de pago básico, siempre y cuando se respeten determinadas prácticas medioambientales, dependiendo de la explotación.

 

¿Qué ayudas destina la UE a la agricultura ecológica y con qué criterios?

La subvención más importante que otorga la Unión mediante la PAC es el pago básico. Este método sustituyó al sistema de pago único en 2015 con la reforma de la PAC.

El pago básico es la cantidad más elevada de todas las subvenciones y varía de un agricultor a otro porque depende de los derechos históricos de cada uno. El número de derechos cobrado cambia según la superficie cultivada (un derecho se activa con una hectárea) y el importe de estos derechos varía según el cultivo elegido (según el año, el estado da más ayudas a aquellos agricultores que cultivan un determinado producto).

 

El pago verde es un pago adicional del pago básico que suele ser un 50% de éste que forma parte de la estructura del sistema de pagos dividida entre el pago básico, el pago verde y el pago a los jóvenes agricultores.

“El beneficio de los vendedores es mínimo”

Una cosa es ser productor y otra vendedor. El primero recibe los incentivos económicos mencionados para producir de manera ecológica pero no es este el caso de los vendedores, según nos cuenta Laura Pérez, propietaria del supermercado ecológico BonBio. “Nosotros no recibimos ninguna subvención o ayuda del Gobierno”, nos confirma.

 

Cabe preguntarse entonces: ¿resulta rentable abrir una tienda de alimentos ecológicos? Laura explica que el margen de beneficios es mínimo, pues la producción de por sí ya es costosa y encarece el precio final. Así, los vendedores tienen que enfrentarse a un sector en el que se necesita una gran inversión y, además, a la reticencia de los consumidores de pagar más. “No podemos elevar el precio de nuestros productos para que luego la gente no los compre”, comenta Laura.

 

No obstante, pese a esta aparente desventaja, hay ciudades como Barcelona en las que tiendas ecológicas como Obbio, Veritas o Woki están teniendo buena acogida entre los residentes.

Si bien es cierto que están lejos de conseguir las cifras de las grandes cadenas de supermercados, no paran de crecer y parece que van a seguir haciéndolo.

Laura Pérez, en su tienda Bonbio

Fotografía: Nerea Colomé

Este éxito se debe al cambio de los hábitos de compra, como hemos mencionado al principio de este reportaje.

Las autoridades se muestran positivas respecto al futuro de este sector y esto se refleja en los cambios en la legislación y en la adopción de medidas para favorecer la agricultura ecológica.

Es un proceso lento que debe ir acompañado por una mayor demanda por parte de los consumidores. Los países que más compran estos alimentos son Alemania, Francia y Reino Unido y si hablamos de consumo per cápita, la lista la encabezan Suiza, Luxemburgo y Dinamarca.

 

El precio sigue siendo el principal factor de recelo a la hora de decantarse por los productos “eco” pero, como dice Teresa Pérez, joven concienciada con el medio ambiente: “No me importa pagar un poco más porque merece la pena. Querer es poder pero tenemos que esforzarnos”.

Tags: producto biológico, alimento orgánico, agricultura ecológica, iniciativas ecológicas comunitarias

Para más información: Hort de la Font Trobada

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